Exactamente 9.863. Ése es el número de mujeres que en 2013, último año del que se tienen datos oficiales, se sometieron en España a una reducción de pecho. En el mundo fueron un total de 641.189, según informó la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica y Estética (ISAPS, en sus siglas en inglés). De entrada podemos decir que, escasas o abundantes, marcan un cambio de tendencia, tras años en los que la intervención más deseada era la del aumento de talla. En cuanto a las razones, si excluimos los vaivenes de la moda y seguimos lo apuntado por el presidente de la Sociedad Española de Cirugía Plástica Reparadora y Estética (SECPRE), Cristino Suárez, “la mayoría [de quienes se operan] lo hace por un problema de espalda o de piel”. Por su parte, Enrique Etxeberria, secretario nacional de ISAPS en nuestro país, señala que un 8% de estas intervenciones están motivadas por razones psicológicas. A nosotros la experiencia nos dice que existen dos indicaciones fundamentales para una mamoplastia de reducción. Una, cuando se hace necesaria para mejorar la distribución del peso de las mamas sobre la columna vertebral, combatiendo así los dolores de espalda asociados. La otra, puramente estética, con el objetivo de adecuar el volumen mamario al contorno corporal. Esta segunda nos devuelve a algo que hemos escrito más arriba, la expresión “si excluimos los vaivenes de la moda”. Porque la dictadura de “lo que se lleva” es difícil de obviar en un análisis del cambio de tendencia que todos los que nos dedicamos a la cirugía estética percibimos y los datos oficiales corroboran. En palabras que tomo prestadas de alguien que conoce bien ese mundo, tener poco pecho es chic y ayuda a mantener una figura estilizada, un efecto que el pecho voluminoso desde luego no facilita. De ahí que tras años de operaciones para aumentar el tamaño de las mamas, las actrices, que son siempre punta de lanza en estas cuestiones, emprendieran hace algún tiempo el camino contrario que a veces no pasa por servirse de prótesis más pequeñas sino por elegirlas con forma distinta, no ya de naranja sino de lágrima, mucho más natural y que, aunque pese lo mismo, parece más pequeña. Por lo demás, nuestra profesionalidad nos impele a recordar que esta intervención exige resecar piel y glándula mamaria, por lo que lleva asociada a su resultado unas cicatrices, que en cualquier caso serán poco perceptibles. El cirujano plástico Dr. Alfredo Fernández Blanco se destaca en su rama de la medicina, como el mejor cirujano de mamas, además es pionero en las llamadas cirugías secundarias o de las secuelas. Con más de 30 años de experiencia y miles de casos de éxito, sigue logrando los resultados más naturales que se pueden esperar en una operación de cirugía estética.Dr. Alfredo Fernández Blanco