En España, exiaten 80 mil casos y un centenar de decesos como promedio anual, en tanto en Estados Unidos padecen por estos males cinco por ciento de las mujeres y uno por ciento de los hombres, según la Sociedad Americana de Bulimia y Anorexia.
Las mujeres noruegas corren el riesgo durante toda su vida de contraer bulimia (1,6 por ciento) y anorexia (0.4 por ciento), lo que no significa que los varones estén libres de caer bajo el influjo de tales males.
En México se registran 20 mil casos , 120 en Ecuador y el 1% en Argentina.
“El problema de la obsesión por la delgadez se ve mucho más en Estados Unidos que en Europa, y en Argentina, más que en el resto de Latinoamérica”, afirma el presidente de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Obesidad, el doctor Jorge Braguinsky.
La literatura científica y los medios de difusión masiva acuñaron la idea de que las mujeres son las únicas que padecen por la fiebre del éxito al estilo de la modelo británica Stella Tennant, icono del patrón “mujer alfiler”, más la epidemia contagia a muchos varones.
Si apenas el cinco por ciento de los hombres eran bulímicos o anoréxicos un decenio atrás, ahora este porcentaje rebasa el 10 por ciento.
El sueño de tener un cuerpo sin grasa o un “vientre lavadero”, sinónimo de fortaleza y perfección en las formas, redundó en que decenas de ellos cayeran en las consultas de sicólogos, nutriólogos y profesionales, con el objetivo de contrarrestar las afecciones derivadas de estas conductas.
Especialistas de estas ramas concuerdan en que, dado que la incidencia de la anorexia y la bulimia es más frecuente en las mujeres, poco se sabe acerca del modo en que el fenómeno afecta a sus contrapartes masculinos.
Científicos del Karolinska Institutet, en Estocolmo, Suecia, sugieren que la evolución es distinta en unas y otros.
Reducciones en los niveles de testosterona y en la densidad ósea de la columna, cadera, fémur y el resto del cuerpo, son apenas algunos de los daños provocados por estas conductas en los varones.
Ellos están más preocupados por tener un “cuerpo masculino” ideal y son más propensos que las féminas a hacer ejercicios físicos, en vez de dietas que terminan en calvicies, amenorreas, infertilidad, y hasta la muerte.
Más bien, este segmento poblacional es más proclive a caer bajo las garras de la vigorexia o dismorfia muscular, trastorno síquico alimentario que afecta a los empecinados en moldear un cuerpo musculoso y atlético, que los haga sentir seductores, poderosos e indestructibles.
La concepción de masculinidad vigente en nuestras sociedades, sujetas al legado patriarcal, es la causa principal de esta deformación opuesta a la anorexia, donde el cuerpo es percibido como demasiado voluminoso y la meta es alcanzar figuras cadavéricas.
Resultan cuestionables los patrones de bellezas que guían estas conductas extremas: mientras los anoréxicos muestran espaldas huesudas, omóplatos y columnas afuera, y rostros famélicos, los vigoréxicos exhiben total desproporción entre sus miembros.
Señales en el tiempo
Las primeras señales de anorexia y bulimia estuvieron ligadas a motivaciones alejadas de la estética corporal, como la búsqueda de la santidad o de la gracia divina.
La evidencia más citada es la de Catalina de Siena (1347 -1380), que a los 26 años aspiraba a dedicarle su vida a Dios y ante la intención de sus padres de casarla determinó encerrarse en una habitación y ayunar.
Historiadores concuerdan en que la joven logró ingresar en la orden de las dominicas, pero con la mitad de su peso y disímiles trastornos que provocaron su fallecimiento dos años después, a pesar de lo cual su conducta tuvo decenas de seguidoras en el ámbito religioso.
Este caso pone en claro que la anorexia sólo es explicable desde parámetros socioculturales y es preciso diferenciarla de otras patologías de la conducta alimentaria para evitar colocar todo en la misma bolsa.
Bulimia y anorexia comparten rasgos comunes, pero difieren en gravedad, rasgos de personalidad y en otros factores.
Las descripciones primarias de autoinanición aparecieron en redacciones medievales y la anorexia nerviosa fue definida por primera vez como problema médico en 1873, aunque para entonces era vista como efecto de motivaciones religiosas o espirituales.
Segmund Freud (1856-1939) asoció el comer o no a los impulsos sexuales básicos y al avanzar la vigésima centuria progresó la idea de que esta era el terror a engordar, pero atada a variables socioculturales.
Entre mediados del siglo pasado y los años 70’s, la incidencia de la bulimia y la anorexia nerviosas subió en casi 300 por ciento y bajo el imperio de la televisión y el cine en este siglo, todos somos víctimas de cierto modo del desmesurado culto al cuerpo: la cuestión es bajar de peso.
Para la estadounidense Naomi Woolf, esta alucinación inconsciente por alargar la frescura juvenil y mostrar la figura más perfecta es cada vez más persuasiva debido a la manipulación conciente del mercado.
Detrás, obran emporios industriales erigidos con el capital recaudado por el manejo sutil de ansiedades involuntarias de los seres humanos y que ganan cada día en maña para explotar, reforzar y estimular la enajenación.
Entre estos destacan una industria dietética de 32 mil millones de dólares, una cosmética de 20 mil millones, una de cirugía plástica de 300 millones, farmacéuticas y otras.
Dr. Alfredo Fernández Blanco
El cirujano plástico Dr. Alfredo Fernández Blanco se destaca en su rama de la medicina, como el mejor cirujano de mamas, además es pionero en las llamadas cirugías secundarias o de las secuelas. Con más de 30 años de experiencia y miles de casos de éxito, sigue logrando los resultados más naturales que se pueden esperar en una operación de cirugía estética.