Permitidme empezar con una evidencia: quien decide someterse a una operación de cirugía estética, ya sea una rinoplastia, una liposucción, una blefaroplastia, una otoplastia, o cualquier otra, es porque piensa que tras esa intervención su vida mejorará. Su físico por supuesto, pero también su mentalidad y su actitud: cuando nos dotamos de un cuerpo más acorde a nuestros deseos, cuando eliminamos ese rasgo físico que nos hacía infelices e inseguros, nuestro talante, nuestra manera de afrontar el día a día, también cambia.
Nuestra experiencia profesional nos permite asegurar que lo escrito es cierto, basta hablar con los pacientes que confían en nosotros para aseverarlo. Pero es que, además, hace unos meses la Clinical Psychological Science, revista de la Association for Psychological Science, publicó un trabajo que lo demostraba.
El estudio en cuestión fue realizado por expertos de la Universidad de Ruhr y de la universidad de Basilea, que examinaron los efectos psicológicos de la cirugía plástica en casi 550 pacientes.
Los investigadores compararon el estado de 544 pacientes que habían sido operados por primera vez con el de otros dos grupos: uno integrado por 264 personas que en algún momento consideraron la posibilidad de someterse a cirugía plástica y finalmente no se decidieron, y otro formado por 1.000 personas que nunca se mostraron interesados en este tipo de operaciones.
Las mujeres representaban el 80% de todos los pacientes que se sometieron a una intervención de cirugía estética.
Según los estudios, sólo el 12% de los operados esperaban que la cirugía hiciera lo imposible: no ya mejorar su apariencia física, sino solucionar sus problemas o transformarlos en una persona nueva. Ese resultado venía a confirmar el obtenido por la Sociedad Americana de Sicología, que en un trabajo previo había encontrado que los resultados mentales negativos están asociados con personas que tenían expectativas poco razonables de lo que la cirugía podía conseguir.
Para asegurar la precisión de los resultados, los psicólogos testaron a los pacientes en cuatro ocasiones: antes de la cirugía y a los 3, 6 y 12 meses, de manera que pudieron comprobar la evolución de los pacientes.
Al cabo, concluyeron que en comparación con aquellos que habían decidido no someterse a cirugía plástica, quienes sí optaron por cirugía se sentían más sanos, se mostraban menos ansiosos, habían desarrollado su autoestima y encontraban que la parte del cuerpo operada en particular, y su cuerpo en general, eran mucho más atractivos. Mejor aún: los investigadores no observaron efectos adversos.
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Dr. Alfredo Fernández Blanco
El cirujano plástico Dr. Alfredo Fernández Blanco se destaca en su rama de la medicina, como el mejor cirujano de mamas, además es pionero en las llamadas cirugías secundarias o de las secuelas. Con más de 30 años de experiencia y miles de casos de éxito, sigue logrando los resultados más naturales que se pueden esperar en una operación de cirugía estética.