En estas páginas hablamos con asiduidad de esas personas que, obsesionadas con un personaje real o de ficción, lo sacrifican todo para parecerse a él: el hombre que quería ser como Kim Kardashian o el que soñaba con ser el doble perfecto de Ken (el amigo de Barbie), la mujer cuyo único objetivo es asemejarse a Jennifer Lawrence o la que se operó los ojos, la nariz y la barbilla para ser igualita al elfo Dobby de Harry Potter, sometieron a sus cuerpos a procesos injustificables para conseguir un sueño que antes o después se transforma en pesadilla.
Traemos hoy el caso de Herbert Chavez. Su sueño: que le confundieran con Superman.
Con esa idea en mente, Chavez se sometió a 23 intervenciones, la última de las cuales, fue mal: en un desesperado intento de reproducir el físico del Hombre de Acero, se dejó inyectar en pecho y abdomen un material no aprobado por la FDA y calificado de “veneno” por cirujanos que ahora se niegan a seguir operándole.
Podemos discutir sobre si es razonable que alguien pase 23 veces por quirófano para parecerse a un súper héroe, y podemos criticar a los cirujanos que le consintieron esa locura. Podemos también fijarnos en el hecho de que todavía hay quien inyecta, y se deja inyectar, productos dañinos para la salud.
La seguridad ha de ser prioritaria para el cirujano estético, en ningún caso debemos recurrir a sustancias peligrosas para la salud del paciente. No tenemos datos concretos sobre el caso del infortunado Herbert, pero la experiencia nos dicen que los pacientes recurren a los biopolímeros por su bajo coste, y de manera absolutamente irresponsable ponen el ahorro por encima de la salud.
Esos materiales se mueven e infiltran los tejidos de alrededor, forman granulomas, causan infecciones… En algunos casos han llegado a provocar la muerte del receptor.
Y no vale decir que, en caso de que las cosas vayan mal, se pueden extraer. Porque sí, los extraemos mediante procedimientos de cirugía secundaria en los que tratamos de realizar la mayor remoción posible del biopolímero sacrificando el menor tejido circundante posible. Pero siempre es mejor no meterse en el cuerpo sustancias dañinas, ¿no creéis?
Lo de que “prevenir es mejor que curar” es una verdad absoluta en la medicina, y aquí es especialmente cierta. Cuidado con los productos milagrosos a precio de saldo: nadie da duros a cuatro pesetas.
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Dr. Alfredo Fernández Blanco
El cirujano plástico Dr. Alfredo Fernández Blanco se destaca en su rama de la medicina, como el mejor cirujano de mamas, además es pionero en las llamadas cirugías secundarias o de las secuelas. Con más de 30 años de experiencia y miles de casos de éxito, sigue logrando los resultados más naturales que se pueden esperar en una operación de cirugía estética.